Comentario
Capítulo LXXVII
Que trata de la habla que hizo el coronel al presidente Pedro de la Gasca y de cómo le crió por gobernador de Su Majestad y de la muerte de Gonzalo Pizarro y sus capitanes
Desbaratado el campo de Gonzalo Pizarro, y él preso y muchos capitanes suyos y su maestre de campo Francisco de Carvajal, y la gente de guerra ya apaciguada y alojada, se fue el coronel Valdivia a donde el presidente estaba recogido, con la victoria que Dios nuestro Señor le había dado, con el cual estaba el general Pedro de Hinojosa y el mariscal Alonso de Alvarado y todos los capitanes del ejército de Su Majestad, con otros muchos caballeros y vecinos de las ciudades del Pirú. Con el presidente en presencia de todos, habló el coronel Valdivia, y dijo al presidente:
"Ya vuestra señoría y vuestras mercedes ven claro, y a todos es notorio cómo con ayuda de nuestro Señor yo soy fuera de la promesa que a vuestra señoría había dado".
A lo cual respondió el presidente:
"Señor gobernador, Su Majestad os debe mucho, porque le habéis dado la tierra y asegurado el reino del Pirú, y franqueado la mar a los navegantes y la tierra a los tratantes, y habéis hecho que cada uno sea señor de su hacienda, y habéis sido parte para que se quitase la niebla que sobre el Pirú estaba". Nunca el presidente había llamado al coronel Valdivia gobernador hasta este punto.
Respondió el gobernador que Dios se le había dado a Su Majestad aquella victoria, porque merecía tenerla como católico rey y señor de todos, y que él le había servido como criado y vasallo, y que besaba las manos a su señoría por tan gran merced y favor. Y dijo más, que de lo que recebía más contento era de haber hecho lo que era obligado, y ansí volvía a su señoría el autoridad que de parte de Su Majestad para todo lo de la guerra le había dado. Y luego habló a todos los capitanes y gente, rindiéndoles las gracias de lo bien que había obrado en servicio de Su Majestad, por el amor y voluntad que le habían tenido, obedeciéndole en lo que en su cesáreo nombre les había mandado hasta allí.
Así el presidente con toda aquella caballería y nobles hombres del ejército de Su Majestad dieron gracias a nuestro Señor Dios, y los religiosos cantando el Te [Deum] o Laudamus, por la victoria que les había dado.
Hecho esto, el maestre de campo Alonso de Alvarado comenzó a justificar las causas de los alterados que presos estaban. Cortaron la cabeza a Gonzalo Pizarro y la envió a que la pusiesen, con pregón público que manifestaba su delito, en el rollo de la plaza de la ciudad de los Reyes. Así mesmo ahorcaron en el valle de Jaquijaguana al maestre de campo Francisco de Carvajal, habiéndola arrastrado a cola de un caballo. Y también ahorcaron al capitán Joan de Acosta y al capitán Guivara. Esta justicia se hizo en el valle de Jaquijaguana.